Savitri devi

Mirada penetrante y punzantes palabras. Así podríamos definir a Savitri Devi. De madre inglesa y padre italo-griego, nacida en Francia el 30 de septiembre de 1905 y con estudios de filosofía, física, química, biología y letras en diferentes escuelas y universidades griegas y francesas, pasó muchos años de su vida en la lejana India, tierra a la que admiraba por haber sido la única capaz de mantener su tradición jerárquica a lo largo de los siglos y el carácter de una verdadera civilización, “último bastión de la cultura aria, donde los antiguos dioses arios siguen siendo adorados y venerados”. Las palabras expresadas por esta mujer suenan simples y llanas a quienes saben escuchar, aunque tal vez mordaces, descaradas y singulares a quienes se enfrentan a ellas por primera vez.

Su nombre de nacimiento es Maximine Julia Portas. Fue en 1935, durante su estancia de seis meses en la Universidad de Shantiniketan, en el oeste bengalí de la India, cuando adoptó el nombre que jamás abandonaría y bajo el que firmó todos sus libros: Savitri Devi. Devi es el término femenino de Deva, término de origen indoeuropeo que significa Dios (Diosa en el caso de Devi). En la India, Devi es un título que sólo las mujeres hindúes de casta aria (Brahmanes i Kshatriyas), tal como explica la propia autora en una carta a Martin Kerr, pueden adoptar tras su nombre. Savitri es el femenino de Savita, uno de los nombres otorgados al Sol en la mitología hindú, que significa Energía Solar. Durante ese tiempo, Savitri Devi estuvo en la universidad perfeccionando la lengua bengalí que había aprendido por sí misma, y estudiando la lectura de la lengua hindú. Fueron sus compañeras quienes le sugirieron este pseudónimo para sus libros, el cual utilizó por vez primera en 1935, con la publicación de L’etang aux Lotus.

A principios de 1938 conoció al que un año después se convertiría en su esposo, Sri Asit Krishna Mukherji. Colaboraron mutuamente y compartieron una misma visión del mundo, un mismo anhelo; fueron compañeros de lucha durante muchos años. Fue al estallar la gran guerra, en setiembre de 1939, cuando Sri Mukherji le propuso el matrimonio que le permitiría no ser considerada como extranjera por el gobierno británico (tenía entonces pasaporte griego), y evitar así represalias, pues era bien sabido por las autoridades que tanto ella como Sri Mukherji luchaban en contra de los británicos. Pese a darle oficialmente su nombre, Savitri Devi Mukherji, y utilizarlo de forma habitual, siguió firmando sus libros bajo el pseudónimo Savitri Devi, sin añadir su nuevo apellido, puesto que ya había publicado algunos libros bajo ese nombre.

Rebeldía y paz en un mismo ser. Desde pequeña se rebeló contra la religión impuesta por el contexto inmediato que la rodeaba, el cristianismo. Reconocía el papel fundamental que la iglesia cristiana había jugado para mantener vivo el sentimiento nacional en una Grecia ocupada por los turcos, y aceptó el sentido práctico de reunirse los domingos en la iglesia, por el simple hecho de seguir en contacto con los pocos griegos que residían en Lyon, pero se sentía pagana en lo más profundo de su corazón. De muy niña, por propia decisión y por su amor incondicional a los animales, tomó la decisión de ser vegetariana y oponerse a cualquier forma de explotación animal. Esta convicción la acompañó siempre. Cuenta uno de sus sobrinos (por parte de su marido), que en el barrio donde residió de anciana, en la ciudad india de Delhi, todo el mundo la conocía como “la memsahib (mujer blanca) que da de comer a los gatos y perros callejeros”. Todo ello inspirado por una concepción del mundo basada en la observación de las leyes de la Naturaleza —las leyes divinas— eternas e infalibles.

Al estallar la guerra en 1939, más de 5.000 kilómetros la separaban físicamente de Alemania, tierra que tenía en gran estima y consideración por ser la del hombre que para ella representaba el más preciado ejemplo de amor y lealtad a un pueblo, a una nación. Aun así, fiel a su causa, luchó desde la distancia. Y desde la lejana India, sintió muy próximo el pesar de la capitulación. Con el corazón herido por no haber podido presenciar los gloriosos días que el mundo entero reconoció y envidió, por no haber podido viajar a Alemania durante ese tiempo en el que reinó el orden, en el que el entusiasmo y la alegría se contagiaban de unos a otros, en el que las calles lucían hermosas, y sus gentes vivían felices al sentirse útiles a su nación, Savitri Devi se embarcó en un profundo viaje a través de la Alemania ocupada; no sólo para presenciar y dar cuenta de esa realidad tangible y visible de desolación, imagen antagónica a la de antaño, sino también para descubrir lo que permanecía oculto en el corazón del pueblo, y avivarlo. Nos muestra así el efecto de esos escasos años que precedieron al caos, en una nación convencida de que lo vivido no fue simplemente una etapa más, y decidida a mantener viva la ilusión. Pues no se trata de algo atrapado en el tiempo, sino en posesión del mismo, una aspiración atemporal conforme al ritmo de lo divino. Su misión: difundir su mensaje de esperanza a todos los alemanes.

En 1949 fue detenida en Alemania, y cumplió una condena de 7 meses en prisión, tiempo durante el cual escribió Desafío y terminó Oro en el Crisol, basados ambos en sus experiencias en la Alemania ocupada.

Savitri Devi viajó en más ocasiones a Alemania. En 1953 realizó su personal peregrinación, visitando lugares para ella sagrados, como Braunau am Inn, Berchtesgaden, el Berghof o Núremberg; y posteriormente vivió durante dos años en Emsdetten, Westfalia, donde escribió Peregrinación y concluyó El Rayo y el Sol.

Retornó a la India en 1957, y publicó Acusación al hombre en 1959. Un año más tarde volvió a Europa. Entre 1960 y 1969 ejerció la docencia en Montbrisson, Francia. En 1971 regresó a Delhi, en la India, donde permaneció la mayor parte de los años 70, manteniendo correspondencia y recibiendo un gran flujo de visitas de todo el mundo.

Murió en Essex, Inglaterra, en casa de su amiga Muriel Gantry en 1982 mientras esperaba un visado para viajar a Estados Unidos para pronunciar discursos y conferencias. Fue incinerada en Colcheter, también en Inglaterra, según el rito hindú. La urna con sus cenizas fue enviada a Matt Koehl quien las conserva en la Sala de Honor de su partido junto a las de Rockwell.